Costa Rica: Los olvidos del presidente

Costa Rica: Los olvidos del presidente


¿Cuál es el problema principal con la crisis económica? Que produce desempleo y, por esa vía, aumenta la pobreza y la inseguridad económica.

¿Quiénes sufren entonces las peores consecuencias? Evidentemente la gente trabajadora que depende de un salario.

¿Qué deberían entonces enfatizar las políticas orientadas a frenar la crisis? Sin duda alguna la generación de empleos. Curiosamente este aspecto queda casi completamente olvidado en el florido discurso presidencial acerca del “plan escudo”.

¿Cómo se da esa afectación negativa sobre el empleo? Principalmente porque se reducen nuestros intercambios con el resto del mundo. Nos compran menos bienes y servicios (se exporta menos) y menos turistas nos visitan. También se reducen los envíos de dinero (remesas) por parte de costarricenses que viven fuera del país. A ello se le agrega la reducción de los flujos de capital extranjero, lo cual frena la construcción, limita los recursos a disposición de los bancos para la concesión de crédito y corta el establecimiento de nuevas empresas o la ampliación de otras ya existentes.

Conforme se pierden puestos de trabajo en esas actividades y una mayor cantidad de personas se queda sin un ingreso estable para vivir, los efectos se van trasmitiendo al resto de la economía, en la forma de menor demanda por los bienes y servicios destinados al mercado nacional. Es como un proceso de contagio progresivo, que se alimenta a sí mismo en círculo vicioso. Con el agravante de que esto encuentra a muchas de nuestras familias y empresas altamente endeudadas, como consecuencia del fiestón irresponsable del crédito durante los años anteriores. Esto último agudiza aún más el frenazo sobre la inversión de las empresas y el consumo de la gente, y en buena medida es resultado de la irresponsable política económica de Arias y su Banco Central.

Así pues, cortar la pérdida de empleos es importante no solo para impedir el deterioro en las condiciones de vida de la población, sino también para prevenir que la economía caiga en esa espiral destructiva de pérdida de empleos y reducción de la producción.

¿Qué hacer entonces? La responsabilidad es de Arias y su gobierno, pero no parece que tangan mucha idea de qué hacer. Intentaré aportar una modesta reflexión.

Hemos dicho que el “motor externo de la economía” –es decir, exportaciones, turismo, remesas y flujos de capital extranjero- se está frenando de forma pronunciada. Súmele el endeudamiento excesivo, el cual podría, además, traerle problemas a los bancos. De tal modo, tanto la demanda que viene de fuera como la que se origina adentro se están contrayendo. Y si no se logra detener esto, la economía podría ser arrastrada al barranco.

En su dicharachero plan escudo, el gobierno propone mínimos paliativos frente a este síndrome tan problemático. La reducción de tasas de interés sobre préstamos concedidos para vivienda y para algunas categorías de empresas, podría suavizar un poco el efecto negativo de los excesos del endeudamiento. Pero quedan al descubierto las deudas de consumo y todas las que fueron asumidas con los bancos privados. Además, esta es una medida que choca con la política monetaria aplicada por el Banco Central, la cual tiende a propiciar la elevación de tasas de interés. Es, como comenté en mi artículo anterior, una política recesiva que se aplica justo cuando urgen medidas anti-recesivas.

En el resto del plan no hay nada que propicie la generación de empleos. Las propuestas para legalizar la precarización laboral tan solo recargan los costos de la crisis sobre las clases trabajadoras. El asistencialismo que se promete a lo sumo aliviaría la pobreza en sus más agudas manifestaciones. La capacitación en el INA por el momento simplemente aportaría mejores calificaciones a gente desempleada. Los proyectos de obra pública que se realizarían con endeudamiento externo no se pondrán en marcha sino después de un período dilatado, cuando ya se habrá sentido de lleno el golpe de la recesión.

Reitero lo dicho: si nada se hace del lado de la demanda, nada frenará entonces la recesión. Y, sin duda, cuando ni el mercado externo, ni la gente ni las empresas nacionales compran, el único que podría hacerlo es el Estado. Tan elemental idea –de raíz keynesiana- está siendo descartada no solo por el gobierno, sino por políticos que se presumen de oposición. En parte lo hacen por razones ideológicas vinculadas a la ortodoxia neoliberal del equilibrio fiscal. Pero también hay motivos económicos de fondo: en virtud de las características propias de la economía costarricense, la reactivación de la demanda interna por medio de gasto público repercute en un aumento de las importaciones, cosa que eventualmente podría conducir a una situación de crisis en la balanza de pagos. Con el inconveniente de que esta última está hoy día gravemente desequilibrada, lo que limita aún más las opciones disponibles (otra cuenta para cobrarle a la irresponsable política económica de Arias).Y acerca de los presuntos efectos inflacionarios de una política de expansión del gasto público, de momento resultan despreciables en vista del contexto mundial –recesivo y deflacionario- actualmente prevaleciente.

¿Debemos entonces resignarnos y meternos bajo la mesa mientras el huracán pasa? Quien así razona –y no solo el gobierno lo está haciendo- da muestra de un conservadurismo derrotista pero, además, no parecen muy preocupados por la suerte de la gente más pobre y vulnerable.

Por mi parte me atrevo a apostar por la heterodoxia e, incluso, la herejía económica. Y digo entonces una barbaridad: hay que aumentar el gasto público y generar déficit fiscal, de una forma tal que, con un grado razonable de certeza, se logre estimular la economía y promover la generación de empleos.

No se trata de cualquier gasto ni de cualquier déficit. De hecho, y sin la menor duda, a muy corto plazo el gobierno de Arias va a tener déficit. Pero éste será causado por el efecto negativo y combinado sobre los ingresos fiscales de la recesión y el TLC, cosa que en muy poco contribuirá a frenar la caída de la economía.

Nos urge dar con medidas que tengan efectos inmediatos. Estas son diferentes de las políticas destinadas a lograr una transformación de fondo y a largo plazo, pero, aún así, podrían anticipar, en embrión, tales políticas estructurales. Se buscará entonces equilibrar varios objetivos importantes: generar demanda; reactivar sectores productivos importantes; generar empleos; distribuir equitativamente los ingresos; proteger a los más pobres. Algunas posibles acciones son:

- Obras públicas que se emprendan en plazos muy breves y que repercutan en la calidad de vida de las personas. Por ejemplo: reparación y mejoramiento de las instalaciones de escuelas, colegios, hospitales y dispensarios de salud; mejoramiento de sistemas de acueductos y alcantarillado; reparación y mejoramiento de calles, puentes y caminos; mejoramiento de parques y sitios públicos; mejoramiento de las condiciones de funcionamiento de parques nacionales y zonas protegidas; rehabilitación de líneas férreas.

- Subsidios de desempleo que les permita mantener un cierto nivel de consumo a las personas que se quedan sin trabajo.

- Fortalecer los programas de atención a la niñez y personas de tercera edad, así como los orientados a la juventud, el deporte, el arte y la cultura.

- Canalizar recursos hacia la rehabilitación de las áreas urbanas marginales.

- Programa agresivo de construcción de vivienda popular.

- Apoyo técnico, crediticio, logístico y de comercialización a la pequeña producción agrícola y pecuaria productora de alimentos. Esto no solo generaría demanda por parte del Estado, sino que directamente reactivaría un sector importante de la economía y, al mismo tiempo, garantizaría la provisión de alimentos básicos en un momento en que ello es de crucial importancia.

- De forma similar, apoyar y estimular directamente a las micro, pequeñas y medianas empresas de capital nacional y a las organizaciones cooperativas, para crear demanda y, además, promover un sector de la economía que posee una elevada capacidad de generación de empleos.

Debemos afinar la creatividad en busca de otras posibles salidas. Quedan, sin embargo, aspectos y problemas importantes por atender. Volveré sobre esto último.

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